La política, según la práctica contemporánea, ya no es cuestión de coherencia ni de principios. Es la consecuencia de las circunstancias. Esto explica que los líderes políticos cambien de opinión y proclamen un día una cosa y, al siguiente, defiendan la contraria sin empacho. Al cabo, muestra que tener ideas resulta un estorbo, cuando no una anomalía. El verdadero juego del poder obliga a seguir las rigurosas leyes de la realpolitik, afortunada denominación de Otto Von Bismarck que no es sino la versión diplomática del pragmatismo de Maquiavelo, practicado –en tiempos y espacios distintos– por personajes como Richelieu, el Conde Duque de Olivares o Deng Xiaoping, que sintetizó esta certeza con la famosa imagen del gato que, con independencia de su color, debe su existencia al hecho de cazar razones.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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