Los susánidas, tribu de naturaleza belicosa, son especialistas en coger banderas, convocar a la gente para que las agiten al viento en un campo preñado de girasoles -al estilo del documental de Carlos Cano que en los setenta rodaron los narcisos- y, a continuación, dejarlas tiradas en el suelo. Es una prerrogativa del dogma de la Santa Autonomía: lo público siempre empieza (y acaba) por ellos mismos. No hay más. Por supuesto, no se trata de algo personal. Sólo son negocios. Las convicciones resultan ser malas compañeras en la industria de la intermediación política. Es mejor cambiar de utopías. Ya lo hicieron -en su día- con el espíritu del 4D, que llevan decenios manipulando en su beneficio particular. Más tarde lo extendieron a otras cuestiones, desde la convergencia europea a la ordenación del territorio, pasando por la sanidad que -según su relato ficcional- por lo visto en España no existía antes de 1982.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
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