«Dadme un punto de apoyo y moveré el Universo», dijo Arquímedes de Siracusa, que es como Cádiz en el Sur de Sicilia; inventor, entre otros artefactos, del asombroso principio de la palanca mecánica. No se puede mostrar más confianza en uno mismo con menos palabras. Al Reverendísimo Bonilla, creador de la carambola indígena -el milagro a tres bandas de 2018-, le pasa algo similar: escuchamos sus palabras, revisamos sus actos oficiales, oímos sus discursos y no podemos más que concluir que Il Presidentino es un hombre optimista. Sí. Ya sabemos que los trajes le quedan divinamente -la contención siempre da recompensas- y que muchas madres tradicionales lo quisieran como yerno ideal, aunque una parte de sus hijas tengan otra opinión, pero dos años después de su entrada (a caballo) en el Quirinale no sabemos demasiado del personaje más allá de sus indudables dotes para el protocolo, disciplina gracias a la que ha hecho una carrera rápida y sin tropiezos, que es una de las grandes ventajas de carecer de convicciones –digamos– rotundas.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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