Se avecina una turra importante. Irá a más a medida que todo se consume. Lo peor del hundimiento de los susánidas (que es malo sobre todo para ellos, que llevan viviendo de «esta su Tierra», como dice Su Peronísima (reducta), casi cuarenta años sin haber cultivado ni un sólo palmo de su extensa geografía) no es la pérdida del poder, las canonjías, los teléfonos móviles de alta gama y los mullidos coches oficiales. No. Lo peor es que se han quedado sin el relato de Andalucía que heredaron de sus mayores y carecen de capacidad para sustituirlo por otro alternativo. La mayor muestra de impotencia es la insistencia: quien puede hacer algo, no lo dice; lo hace. Como la Reina no va a poder gobernar -la aritmética no consiente los milagros aunque se reclamen bajo el cielo horizontal de la Marisma- nos viene repitiendo desde la aciaga noche, cuando su felicidad se quebró de un tajo, que aquí lo que hay que hacer es dejarla a Ella continuar en el Quirinale y «aislar a la extrema derecha».
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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