Los augurios, que en latín designan la acción de ver pasar a los pájaros, gozaban en el mundo antiguo de un extrañísimo prestigio. Homero se refiere en la Ilíada a un adivino –Calcas– que presagiaba el porvenir, ese eterno libro por escribir, examinando el vientre de las aves. Todas sus predicciones sobre la guerra de Troya, primera materia del género épico, se cumplieron con asombrosa exactitud, especialmente los hechos sangrientos, la duración de la batalla y el encumbramiento de Aquiles como héroe mitológico. Los dictámenes del Oráculo de Delfos, que hoy es una ruina en un pacífico pueblecito de montaña, alumbraron en esa época el negocio de la adivinación, que podía abarcar desde las cosas más comunes –los amores, las muertes, las dichas y las desgracias familiares– al ejercicio (interesado) de la política.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
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