Decíamos (ayer) que una de las obligaciones del escritor (de periódicos) es combatir con argumentos la triste monotonía de la idiotez, que a juicio de Borges resulta más abominable que los vicios de la política patriótica, donde abundan la opresión, el servilismo y la crueldad. Reanudamos las Crónicas Indígenas con tal aspiración, a sabiendas de que el viaje nos llevará a un puerto incierto pero nos hará más sabios. Por supuesto, esperamos que ustedes, queridos indígenas, pasen un buen rato. Nuestra satisfacción está cumplida: observar desde el océano de la libertad el paisanaje de la República Meridional es como la labor de un entomólogo vocacional. La diferencia es que los insectos (disculpen V.M. la franqueza) serán los próceres, los diputados y la élite que vive con los posibles, últimamente menguantes, de la autonomía.
Las Crónicas Indígenas del domingo en El Mundo.
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