Ya sabíamos (de primera mano) que el peronismo rociero, cuya iglesia marismeña en sus últimos días se encamina hacia un concilio que va a ser tan entrañable como sangriento, nunca ha sabido construir argumentos sólidos. Lo suyo son los preceptos evangélicos, como aquello del «nuevo tiempo», que al final ha durado menos de un lustro, un periodo que en la línea de la extensa historia meridional apenas supone un paréntesis. Un suspirito inane. El día de Navidad ha tenido el detalle de recordárnoslo al mostrarnos a Su Peronísima (reducta) avanzando, en exclusiva y tras un prolongado silencio, la línea argumental que va a guiar su inminente etapa al frente de la oposición en las Cinco Llagas. En una entrevista en una radio amiga -la que no es Canal Sur-, bien masajeada, sin aristas, sin contrapreguntas -y casi sin preguntas-, bajo la forma de una conversación que era un soliloquio con acento andaluz, como algunos llaman a su cotidiana genuflexión, Ella reaparecía para hablar en bucle de «la extrema derecha», ponerle etiquetitas a los demás, omitir cualquier responsabilidad en la debacle -cósmica- y reiterar (ante sí misma) que piensa liderar la contrarreforma.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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