LAS vacaciones son una envidiable costumbre burguesa cuya mayor virtud, igual que sucede con la religión católica, es su aspiración ecuménica. Todos las ambicionan, pero sólo algunos privilegiados las disfrutan (de verdad). Dirán algunos de ustedes, queridos indígenas, que esta afirmación no es cierta porque el Estado del Bienestar, en teoría, garantiza a todo hijo de vecino un mínimo descanso anual, bien sean cuatro semanitas en la playa o un vuelo ‘low cost’ a cualquier parte. Las vacaciones parecen un derecho democrático. ¿Verdad? Pues no lo son. Se trata de un lujo que cada uno debe pagarse de su bolsillo.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
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