Ayer fue el día de los caídos en el Quirinale de San Telmo y en todas las embajadas accesorias. En vez de una guillotina, esa herramienta tan querida por los jacobinos originales, el nuevo gobierno del Reverendísimo Bonilla utilizó el BOJA y su afilada cuchilla de papel: la destitución; también llamada cese fulminante. El primer círculo de cargos de confianza del susanato, salvo excepciones temporales autorizadas para no suspender los canales oficiales (de propaganda), recibió una resolución que prescinde de sus servicios, que en muchos casos (aquí las excepciones son pocas) han sido partidarios. Del partido saliente, se entiende. En una administración tan politizada como la Junta, que durante cuarenta años ha sido el abrevadero del peronismo rociero, ya de cuerpo presente, venir a dársela ahora de vírgenes (y mártires) es una impostura. Como si en la Marisma, medio hostil y acuático, no nos conociéramos todos.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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