El poder es un atributo agridulce. Permite decidir sobre la vida de los otros pero, a su vez, en las democracias depende de la aceptación (crítica) de los demás. El futuro del presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno Bonilla (PP), bascula entre ambas situaciones. Es quien va a decidir la fecha del adelanto electoral en Andalucía –una prerrogativa absolutista– pero lo hará sin saber con seguridad si el lance con las urnas le permitirá seguir gobernando la gran autonomía del Sur. Todas las encuestas le sitúan como favorito a revalidar el cargo, aunque el sendero del éxito no está despejado. Su consolidación en el Quirinale de San Telmo –lograda durante los tres últimos años– produce, como los sueños de Goya, monstruos. Espejismos. Quizás el más evidente sea la autosuficiencia: el presidente de la Junta no gobierna solo –sin la alianza con Cs y Vox nunca hubiera sido investido– pero la mecánica de la legislatura, marcada hasta hace unos meses por el apoyo del partido de Abascal y el hundimiento de sus socios naranjas– alimenta esta falsa impresión.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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