La anécdota es tan célebre como eficaz. A Ramón de Campoamor, poeta de provincias, señor de orden e insigne prohombre asturiano del campanudo siglo XIX, le preguntaron un día:
–“¿Y usted por qué distrito se presenta a diputado en Cortes?
–¿Yo? Por Romero Robledo.
No se trata de un lugar. Tampoco de una circunscripción. Ni siquiera es un sitio. Romero Robledo, en los tiempos lejanos en los que ser indie consistía en llevar patillas a lo Bismarck y bigotes de león marino, fue uno de los primates del caciquismo hispánico. Hombre de posibles y yerno de Julián Zulueta, traficante de esclavos en la Cuba hispánica. Alguien capaz de conseguir que el autor de las Doloras y las humoradas, primer poeta prosaico de España, se sentase sobre el noble cuero de los escaños de la Carrera de San Jerónimo hasta en diez ocasiones seguidas por siete provincias distintas. El cunero supremo.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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