“Las nubes no son esferas. Las montañas no son conos. Las costas no son círculos y las cortezas de los árboles no son lisas. Tampoco los relámpagos viajan en línea recta”. La estructura íntima de la naturaleza no es diáfana y geométrica. Es sucia, caprichosa e irregular. También lo son las guerras, que provocan tensiones y espirales de odio, dignidad, épica y miseria. La invasión de Ucrania por parte de Rusia, nuestra última distopía regresiva, está provocando un terremoto en el seno de la izquierda española. El sismo se alimenta tanto de principios como de intereses fenicios, altas dosis de candidez y toneladas de vanidad. El desenlace de estas turbulencias todavía no está escrito, pero puede terminar en una crisis política de primer orden o, quizás, en un hipotético adelanto electoral. Lo que no logró la berlanguiana votación de la reforma laboral puede conseguirlo la cruel matanza del Dombás. Cuando Benoît Mandelbrot, el matemático polaco al que se considera el padre de la teoría fractal, escribió su frase sobre la complejidad de la realidad cuestionaba la creencia de que existen correspondencias exactas entre un plano ideal –la geometría de Euclides– y otro físico –el mundo–. El primero es una abstracción; el segundo, una evidencia.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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