La era de la primera absolutísima conservadora (¿vendrán acaso más y nos harán más ciegos?, como escribió Ferlosio) ha comenzado en la Marisma. Lo hace con Aguirre (Iesu), el consejero simpaticón, como presidente de las Cinque Piaghe y con el Reverendísimo (todavía en funciones) intentando que su tropa no transmita la hybris (arrogancia) que suele acompañar a las victorias antes de convertirse en otra cosa. No va a ser fácil: el parlamento indígena está hecho de materia esencialmente humana y, por tanto, es susceptible a la corrupción de la carne y candidato a la condenación del alma. Los comienzos siempre son generosos en buenas intenciones; los finales, en cambio, las entierran cuando asumen la crudeza de los hechos. Entre ambos instantes se sitúa el margen de movimientos de Il Presidentino, que guarda una reserva total sobre quiénes van a formar parte de su equipo. «En la vulgaridad, poetas, está la cosa», escribió don Nicanor (Parra) en uno de sus artefactos de poesía visual. De idéntica manera cabe interpretar el arranque de esta décimosegunda legislatura, incluido el ascenso a portavoz de Toni Martín, el hombre que señala el sendero. ¿Lo de Aguirre debe leerse también como un ascenso? Parte de la crítica (interesada) lo interpreta como un premio al exconsejero de Salud, señor de las plagas y vocero de pandemia. Diálogo y retiro dorado. Puede ser.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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