Baltasar Gracián escribe en El arte de la prudencia, uno de los grandes tratados políticos de la literatura española, que la reserva (personal) es «marca de la inteligencia». De ser cierto, y nosotros lo tenemos por indudable, los hechos indican que el consejero de Salud de la Marisma, Jesús Aguirre, es un tipo tan campechano -según sus devotos- como desahogado. Pura dinamita. Tras semanas de cobijar a Magrudis SL, la empresa que ha causado la intoxicación por listeriosis que se ha cobrado ya tres vidas, y animar (a la manera de Fraga) el consumo de productos contaminados -cuando aún no se conocía el alcance del brote-, el singular escudero del Reverendísimo Bonilla sostiene -contra las evidencias- que su gestión es «impecable». Le ha faltado añadir que también es modélica y ejemplar. Primero porque confirma un modelo: la forma en la que actúa (o más bien deja de hacerlo) la administración de la República Indígena. Y segundo porque la listeriosis es otro ejemplo más de que el cambio (léase escabeche) no se ha producido ni en la forma ni en el fondo. Todo sigue igual.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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