En la tradición literaria se conoce como bestiarios a los libros recopilatorios, compuestos mediante la adición de estampas, que muestran a personajes insignes y fabulosos salidos de la imaginación o fruto de los atávicos miedos terrestres. Su origen procede de los ancestros clásicos, pero gozaron de una gran fortuna –y lectores– durante los años oscuros de la Edad Media, cuando hacían la función de devocionarios bastardos. Solían presentarse en volúmenes ilustrados, a la par que simbólicos: sus personajes se tenían por ciertos –aunque no lo fueran, cosa que sólo se supo después– y encerraban entre sus líneas y dibujos suertes de enseñanzas morales. Cada animal retratado hacía una función concreta en el imaginario colectivo. Cada bestia –dicho sea en piadosos términos históricos– encarnaba una parábola social.
El Bestiarium en El Mundo.
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