Los catorce meses que restan para las próximas elecciones locales van a ser un infierno para el alcalde de Sevilla, don Espadas, el quietista, cuya capacidad para quedarse petrificado en la arena política municipal sólo es comparable a la de los grandes toreros. La única diferencia es que los maestros de la lidia se volvían quedos, cual estatuas, ante el miedo que sentían delante de la bestia y nuestro alcalde, en cambio, no se mueve porque ha decidido que, estadísticamente hablando, así tiene menos opciones de equivocarse. Sus devotos consideran esta conducta un mérito -la famosa prudencia- pero cuando la gente lo que espera de uno es que tome decisiones igual no es tan buena cosa. En función de lo que ocurra esta Semana Santa veremos cómo sopla el viento, que desde luego no es huracanado, de la reelección.
La Noria del miércoles en elmundo.es.
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