Lo venimos oyendo desde la caída de Troya -el diciembre mítico del 2D- y lo vamos a volver a escuchar (mucho) en estas vísperas del 10N: los políticos indígenas -los de antes, los de ahora- entonan sin cesar una milonga alegre que afirma que vivimos en la mejor de las Marismas posibles porque aquí, al contrario de lo que ocurre en otros lares, contamos con un tesoro, un incunable, un lujo: la estabilidad institucional. ¡Ah, la estabilidad institucional, qué cosa más grande e indescriptible! ¿Y en qué consiste exactamente la estabilidad institucional, esa indudable maravilla? Pues básicamente en que ocupe la poltrona aquel que pronuncia esta frase. Nada más. Lo resumiremos a la manera de Flaubert: «La stabilité, c’est moi«.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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