Charles Chaplin comparó en una ocasión la vida con una obra de teatro: la comedia debe ser interpretada sin la certidumbre de los ensayos y, al término de la función, puede que el telón caiga sin ir necesariamente acompañado de aplausos. No es porque la audiencia sea muda. En la mayoría de los casos lo que sucede es que nadie –salvo uno mismo, y no siempre– puede ser espectador de su salvación o testigo de su agonía. En esta situación, ambivalente, celebrará en Granada durante los próximos tres días su congreso regional el PP en Andalucía. El cónclave, concebido para poner en escena una unidad que no avalan precisamente los hechos, se celebra influido por la tormenta entre Génova y la presidenta de Madrid –Isabel Díaz Ayuso– y condicionado por la incertidumbre sobre el adelanto electoral en el Sur. “Sólo en un mundo de hombres sinceros es posible la unión”, escribió Thomas Carlyle, para el que la historia es la suma de las hazañas de los héroes. En la política meridional, en cambio, la épica es discreta y la autenticidad, escasa. De aquí se infiere una ley casi exacta: mientras más seguridad y unidad intenta mostrar una organización, menos disfruta de ambas cosas.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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