“Por justa que sea la causa del vencedor o la del vencido, el mal que causan tanto la derrota como la victoria es inevitable”. Son palabras de Simone Veil, la primera mujer que presidió el Parlamento de Estrasburgo, superviviente del holocausto nazi. Sabía bien de lo que hablaba. Pasar por Auschwitz no es inocuo: hace que todas las palabras adquieran otro sentido. Según su afirmación, existen las mismas razones para recordar los triunfos y las derrotas, aunque los primeros –al decir de Aristóteles– tengan un sinfín de padres (en general, impostores) y las segundas se consideren hijas huérfanas, a pesar de las indudables enseñanzas que procuran a quienes las padecen, que son justo las que las victorias nos ocultan. Susana Díaz, jefa (nominal) de los socialistas andaluces, no tiene mucho que conmemorar este mayo que camina hacia sus postrimerías. Y, sin embargo, en esta fecha se cumple el primer aniversario de un hecho relevante: el ‘momentum catastrophicum’ en el que el PSOE andaluz, bastión sentimental de toda la federación socialista y cantera de la generación que permitió alcanzar el poder en 1982, pasó simbólicamente a la historia.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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