Misa Mayor sin acto de contrición. Griñán se encontró a las 10.40 de la mañana donde nunca quiso estar. Justo tres años después de pasearse a cuerpo galante por el Supremo, cuando aún disfrutaba de la condición de aforado de la patria y estaba convencido de que, cambiando al instructor, la causa se vendría abajo. No sucedió. La prueba es el duelo teatral que este miércoles vimos en la Audiencia de Sevilla. El prócer demediado trató de disimular tal condición sustituyéndola por una locuacidad pedagógica que afectó hasta a su abogado, al que llegó a corregir varias veces. Era el acusado, sí, pero venía a sentar cátedra. El expresidente del PSOE inició su testimonio tranquilo y muy seguro de sí mismo: «Voy a explicarle, señor fiscal». Incurrió en extensísimas parrafadas para explicar sus decisiones y describir la crisis mundial. Disfrutaba, con comprensible nostalgia, al escucharse a sí mismo, pero cuando el fiscal comenzó a exhibirle documentos y a reprocharle sus declaraciones en sede parlamentaria la clase magistral mudó en discusión.
Una crónica para El Mundo.
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