W. B. Yeats, poeta irlandés, escribió: «La educación no consiste en llenar un cántaro, sino en encender un fuego». De haber dicho esta frase hoy, hubiera sido expulsado de cualquiera de las diez universidades de la Marisma, que han recibido la noticia sobre la inminente reducción de las transferencias que reciben de Il Quirinale con una agresividad tan mayúscula como inaudita. Que los rectores, tan políticos como los diputados -las puertas giratorias entre los partidos y los foros universitarios son un asunto de larga tradición-, se hayan levantado de la reunión (telemática) con el consejero del ramo, alias Roger, no parece una actitud propia de señores de orden. Semejante reacción pudiera deberse a que, de pronto, algunos de ellos han descubierto -in media res- que no saben hacer fuego y su cántaro pierde agua. Mala cosa. Aunque Juan Bravísimo, Il Grande Contabile, jura y perjura que no se trata de un recorte, sino de un hallazgo creativo fruto de la ingeniería contable de los remanentes -traducido a lo Lola Flores: «¿Cómo me las maravillaría yo?»-, el ajuste de 135 millones ha sentado tan mal a los comendadores con birrete que están dispuestos a montar un escándalo.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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