Su Peronísima está en plena fase mística. No molesten, por favor. Desde hace semanas anda silente y rodeada de extrañas contradicciones. Su estado anímico es similar al célebre poema de Teresa de Jesús donde la ilustre santa dice –en cada verso– una cosa y justo su contraria. Espera el momento de la ascensión definitiva. Pero, en su infinita bondad, ha querido hacernos saber, a través de los intermediarios habituales, que se va pero sin llegar a marcharse por completo. Exégesis necesaria: seguirá con mando absoluto en el Quirinale del Paseo de las Delicias, pero desplazándose todas las semanas a Ferraz. O viceversa. Tiene el don de la ubicuidad. Ha decidido ser una presidenta multitarea: dícese de aquella gobernante que no resuelve nada pero insiste en seguir controlándolo todo. Los ciudadanos deben estar preguntándose en este punto algo obvio: ¿Pero esta mujer ha gobernado en algún momento?
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
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