La gran pregunta de la política indígena, el misterio mayor de nuestra vida pública, es si nuestros próceres tienen en el cuerpo tanta piel como presumen. No es una metáfora, sino una incógnita que necesita una urgente solución. Lo explicamos: dentro del manual de frases obvias para animar al personal, ‘su peronísima’, junto a las citas familiares, la reivindicación de su condición femenina -evidencia cuyo mérito es del azar biológico, no suyo-, el uso compulsivo de los pronombres posesivos y las invocaciones a la sanidad y a la educación como el único «ascensor social», siempre usa una frase: «Me voy a dejar la piel». La coloca en mítines, discursos y visitas con independencia del tema, el momento y el lugar. Es su forma de expresar su intenso carácter pasional. Ella es piel y puro sentimiento, que no sensibilidad. Diríamos que cuando la dice no miente, pero no estamos completamente seguros.
Las Crónicas Indígenas del domingo en El Mundo.
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