La democracia es un círculo. Puede ser virtuoso, si logra canalizar el impulso natural de una sociedad; o vicioso, si confunde la voluntad de las mayorías con el desprecio a las minorías y el interés general con el integrismo de las hordas. El 19J va a ser, entre otras muchas cosas, el preludio de las elecciones municipales, para las que resta un año escaso. Para los socialistas pueden ser peores que las autonómicas. Los ayuntamientos van a convertirse además en un termómetro para medir la capilaridad social de Vox. El PSOE se juega literalmente la vida –decadencia definitiva o crepúsculo duradero– en Sevilla, al frente de cuyo Ayuntamiento ha situado a un interino Antonio Muñoz que, en sus cinco meses de reinado, ha demostrado ser talentoso para las relaciones públicas pero insensible ante los grandes problemas de la capital de Andalucía. Dicha contradicción –subsanable con voluntad– no es sólo un defecto personal, sino un hecho atmosférico. En el Ayuntamiento de Sevilla no se percibe rastro de vida inteligente desde hace más de una década. Ni en la Alcaldía, ni en la oposición.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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