Nuestros particulares costumbristas, a los que últimamente teníamos algo abandonados pero no perdidos, porque ellos son la referencia que nos guía (para salir disparados en la dirección contraria), la luz que alumbra nuestros pasos y el ejemplo manifiesto de cómo se puede confundir la nostalgia personal con los dogmas, se han llevado esta semana el extraordinario disgusto de ver cómo la web de arquitectura más prestigiosa del mundo -Archdaily- señalaba al Caixaforum de Sevilla, una obra de Guillermo Vázquez Consuegra, su particular obsesión, como el mejor edificio del año. Todo un logro del talento individual conseguido, como siempre, a contracorriente, en pleno territorio indígena, tan dado a los interesados autos de fe promovidos por quienes no creen más que en su estampa y sueñan -en vano- con la utopía regresiva de que la Sevilla de su infancia se mantenga con la misma salud de una momia.
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