No hay nada más hermoso que los nombres (italianos) que describen la galería de los tempos de la música clásica, gracias a los cuales el espíritu, la fuerza, la rotundidad o la delicadeza, incluso la inevitable melancolía, se expresan con un máximo de tres palabras que, en ocasiones, se reducen a un adjetivo, milagroso y exacto, cargado de expresividad. Sirven para todo: enunciar la alegría y llorar la desesperanza, cantar la porfía y anticipar el drama del porvenir. Si tuviéramos que aplicar un calificativo a la situación de la izquierda en la Marisma -léase las marcas electorales que sitúan a este lado del espectro político, aunque sus hechos las desmientan con obstinación- elegiríamos, sin duda, la definición de siniestra cabaletta. Todas las candidaturas -reales y potenciales- de tal condición se encuentran en precario, pero en lugar de entonar una humilde endecha nos prometen extraordinarias sinfonías. ¡Ah, la grandeur!
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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