El verdadero desarrollo de una sociedad se mide por el número de bibliotecas. No hay más. Los gestores culturales, que son esos tipos que se dedican a organizar exposiciones, muestras, presentaciones y cosas, suelen medir su actividad en función de parámetros distintos, entre ellos el impacto en los medios, el porcentaje de subvención recibida, la facturación y, por supuesto, sus gustos personales y los de su pandilla. En Sevilla, ya saben, todo se mueve en círculos. La cultura indígena es una actividad gremial que exige elocuentes silencios, ilustres despistes y un estómago a prueba de sapos para no contar (de verdad) lo que pasa. Porque si lo cuentas, igual no vuelves a trabajar más. Dejan de sonreírte en los estrenos pensionados y no vuelves a pisar el Maestranza por la patilla. Así es la hermandad cultureta, cuyos más notables artistas viven -muy bien- de aparentar que son seres incomprendidos y profundos.
Las bibliotecas salvan vidas
La Noria del miércoles en elmundo.es.
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