No hay nada que una más, especialmente a los dogmáticos, que la patria. Aunque sea virtual. Quizás por eso ahora que es inminente el fin del mando único –que, más que singular, ha sido caótico y, para muchos, mortal– debería ser causa de alegría entre los gobiernos autonómicos que las competencias que reclamaban desde el inicio de la crisis del coronavirus, pero no ejercían el resto del tiempo, vuelvan a Il Quirinale. Pues no. Resulta que, más allá de los nombramientos y el lucimiento del palmito –estas cosas, por supuesto, son indelegables–, poder volver a decidir causa inquietud entre las derechas reunidas. ¿No es asombroso? Populares y naranjas discrepan –desde la lealtad– sobre cómo gestionar exactamente la tercera fase de la desescalada, que en realidad se ha desescalado ya a sí misma, porque nadie ejerce la prudencia ni practica la contención. Hemos pasado de un encierro marcial –quédate en casa– al aquí no pasa nada con una inconsciencia asombrosa.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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