El viernes, en la Marisma, fue un día de estadistas. Dícese de los políticos de pueblo que, aunque no pinchen ni corten, se obstinan en dar su opinión –que nadie les ha pedido; y que no interesa ni en su casa– sobre la geopolítica nacional, varada tras el debate de investidura. Hablaron todos: desde Bendodo, que es el hombre con más amigos de la Marisma, al Adelantado Marín, que desde San Roque (Cádiz), donde disfrutaba de un torneo de polo, pedía que volviera “el sentido común” a las Cortes, como si alguna vez éste hubiera estado dentro. Su Peronísima, obsesionada con que le hagan caso, se fue a la tribuna de invitados del Congreso, donde todos la esperaban para conocer sus impresiones sobre el crítico momento por el que pasa el país de il nostro cuore.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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