Los nuevos años veinte, que aún no sabemos si serán felices o desgraciados, comenzarán con un gobierno de coalición PSOE-Podemos cuyo verdadero rostro es, en realidad, el de una alianza más amplia, si incluimos en la mayoría a los nacionalistas vascos y a los republicanos catalanes, dispuestos a facilitar la investidura a cambio de las correspondientes transacciones políticas. Sin duda, será el primer Ejecutivo con vocación duradera tras un largo rosario de presidentes y ministros en funciones. La inestabilidad, desde 2015, ha sido la nota dominante en la sinfonía de la vida pública española. Pero no está descartado que no continúe siéndolo. Que el inminente Gobierno vaya a nacer con aspiración de permanencia no significa que vaya a ser longevo. Eso dependerá del tiempo y de las circunstancias. Su solidez interna estará sometida a prueba desde el primer día, dados los antecedentes que precedieron a la repetición electoral de noviembre y a la enorme complejidad del avispero político catalán. Enfrente tendrá una oposición que, además de parlamentaria, va a ser fundamentalmente territorial.
Las derechas del Sur contra el ‘pacto del abrazo’
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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