En uno de los gloriosos parlamentos entre don Quijote y Sancho acerca de las condiciones ideales que debería tener un gobernante, el escudero, acaso en su legítima defensa, dada su extracción humilde, sentencia que no todos aquellos que ejercen el poder terrestre proceden de “la casta de los reyes”. “La sangre se hereda y la virtud se conquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale”, le responde el Caballero de la Triste Figura. En el enésimo culebrón que viven las izquierdas en Andalucía –la constelación de minorías situadas a la siniestra del PSOE– encontramos todas las contradicciones habituales de quienes reivindican sus virtudes, mucho más retóricas que factuales, y acaban haciendo carrera (política) gracias a su pertenencia a un linaje o a su militancia en una parroquia.
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