La actual encrucijada de las izquierdas en España se asemeja a las diatribas ancestrales sobre la naturaleza de Cristo. Querellas teológicas que, casi sin excepción, derivaban en guerras, excomuniones, categóricas inquisiciones (previas a la Inquisición histórica) y abundantes herejías. La política, esa otra forma de religión, es un terreno propicio para la práctica de la ortodoxia y abonado para el surgimiento de iluminados, dogmatismos y calamidades. Las elecciones autonómicas del próximo domingo en Andalucía equivalen, en este sentido, a una suerte de Concilio de Nicea, donde se dictó por primera vez el credo católico, para los partidos progresistas. Banderías de una misma familia –supuesta– que libran desde hace un año una batalla fratricida que se escenifica mediante la práctica de un iniciático código de silencios. Una guerra que acontece sin haber sido declarada y donde cada Satán, como canta Dylan en una canción, se presenta ante los distintos bandos como un pastor fraternal. “No vine a traer la paz sino la espada”, dice Jesús de Nazaret en los evangelios oficiales.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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