Desde Tácito sabemos que existe una relación directa entre el grado de corrupción moral de una sociedad y la abundancia de sus leyes, esas pragmáticas sancionadas que, como advertía Don Quijote a Sancho, muy rara vez se aplican aunque se nos presenten como si fueran la solución de todos los males terrenales. Lo que mejor explica la identidad de España no es ninguna de nuestras banderas. Tampoco el sinfín de estampitas patrióticas que son las autonomías. Es la corrupción política que aflora por los cuatro puntos cardinales de la patria, incluidos los dos departamentos insulares. La corrupción es nuestro quebranto universal. El corazón de la política indígena. La gasolina que hace moverse al sistema. La única cuestión ecuménica que nos define. La cadena exacta que nos vincula.
Las leyes de la ciénaga
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
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