A Javier Marías, sin duda el mejor escritor en español del último medio siglo, nuestra literatura le debe, además de su talento para incorporar las mejores lecciones de la novela de estirpe anglosajona a la narrativa en castellano, un indudable talento para titular sus libros. Solía inspirarse en Shakespeare, que, junto al gran Chesterton, es infalible. Sus devotos únicamente le pusieron reparos al título de una obra: Así empieza lo malo. Un relato sobre el deseo, el rencor y la naturaleza (arbitraria) del perdón basado en una historia conyugal. Es perfecto para sintetizar la disputa entre las siniestras indígenas dos meses después de comenzar la legislatura en la Marisma –con un sinfín de nombramientos, que es lo único que le preocupa a nuestros próceres– y tras noventa días de su descalabro el 19J, antecedido por la ancestral y maravillosa lucha de guerrillas con la que nos deleitaron a tutti durante el anterior periodo de sesiones en las Cinque Piaghe. En este caso, no podemos decir que lo malo comience, sino que prosigue. Continúa. Se eterniza. Son cinco, están mal avenidos y se estrenan con la expulsión de uno de sus miembros –la diputada Alejandra Durán– de la Mesa del Parlamento, ejecutada a espaldas de sus votantes y de Lo que queda de Podemos.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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