Un minuto antes de que comenzara la votación, que en democracia es lo más parecido al sacramento de la transustanciación, los cargos institucionales más notables del socialismo indígena que se encontraban en el Parlamento de las Cinco Llagas salieron disparados, movidos por un resorte. El delegado del Gobierno central, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, significadísimo sanchista, se escapó al baño por unas escaleras de caracol laterales a la tribuna de invitados. Juan Espadas, el alcalde quietista de Sevilla, de profesión mantillo de la Reina (caída) -léase acompañante a los oficios de difuntos del Jueves Santo-, se apresuraba a salir al patio para tomar aire. Y Villalobos, presidente de la Diputación de Sevilla, tito de Su Peronísima (reducta), huía del instante aciago que nunca quisieron ver sus ojos.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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