El optimismo, sobre todo en tiempo electoral, es como el valor en la milicia: se le presupone a los soldados. Todos sabemos, sin embargo, que la música militar, como cantaba Brassens, no mueve a la tropa por igual y que hasta en el batallón más aguerrido siempre hay quien siente que no las tiene todas consigo. Es el inconveniente de pensar: lo que debería salir bien, a veces, tiene un desenlace inesperado. La política nunca ha sido una ciencia exacta, por mucho que nuestros próceres sacralicen los números de las encuestas cuando, de partida, les son benignas. De ahí que convenga tomar con mucha prudencia -una virtud que en el Quirinale últimamente no abunda- las cifras de una victoria inminente que todavía no ha acontecido.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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