El mecanismo narrativo de las películas de mafiosos está sumergido, oculto, lejos de la vista. En ellas no pasa nada hasta que -de repente- irrumpe la violencia: golpes, disparos, cristales rotos, el infierno. Al final, el silencio de los muertos. La política en la República Indígena sigue un modus operandi similar, aunque sin el rango excelso del arte. La guerra entre el militante Sánchez y Su Peronísima venía discurriendo hasta ahora en dos espacios paralelos: por un lado, las razzias orgánicas; por otro, el amedrentamiento institucional. Los ajusticiamientos ocurrían tras las cortinas del teatro. A días de la batalla definitiva, ambos planos empiezan a confundirse y las amenazas son directas. Lo hemos visto esta semana cuando la Reina de la Marisma ha entrado en un cuerpo a cuerpo con Celis, convertido -a última hora- en el embajador meridional del sanchismo. El director de los puertos andaluces dijo en la radio que Díaz va a las primarias sin convicción y que «su proyecto en Andalucía no está consolidado». Lo primero es cierto. Discutible nos parece lo segundo: la decadencia del peronismo rociero no se debe a la falta de consolidación, sino a la ausencia de sustancia.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
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