Tenía que ocurrir. Era inevitable. Los susánidas, fervientes creyentes en la Reina (de la Marisma), llevan desde la vuelta del verano reivindicando por tierra, mar y aire la urgente mejora de la financiación autonómica al mismo tiempo que ocultan -sin éxito- los recortes que desde hace cinco años aplican sin piedad en la sanidad y la educación andaluzas, castigadas como nunca hasta ahora y origen de las mareas civiles más activas que se recuerdan en la historia de la República Indígena desde los lejanos albores de la autonomía, cuando unos (los ingenuos) salieron a la calle agitando sus banderitas y pidiendo trabajo y otros (los intermediarios) rentabilizaron este esfuerzo colectivo con el cobro -encadenado- de nóminas públicas, sostenido durante tres décadas.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
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