La oposición entre las dos Españas, esa fatídica constante de nuestra historia, viste ropajes diferentes según el tiempo que corresponda, pero, con escasas variantes, sigue siendo uno de los ejes conceptuales de nuestra vida política, tan generosa en banderías como fértil en encontronazos sangrientos. Especialmente entre supuestos iguales. Si la Guerra Civil fue una contienda entre hermanos, algunos de sus precedentes históricos, como las batallas carlistas que noveló Valle-Inclán, muestran un siglo XIX marcado por las violentas causas de legitimidad. Los bandos en liza peleaban entonces por dinastías monárquicas. Ahora lo hacen por la hegemonía electoral, que no consiste en lograr más votos que el adversario, sino en dominarlo con menos sufragios gracias a la geometría parlamentaria de las minorías. En esta escaramuza andan enredados en Andalucía el PP y Vox, dos partidos siameses que, lo mismo que se necesitan, insisten en repudiarse, como sucede en casi todas las guerras fraternales.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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