«Todo sucede, en efecto, como si la omnipotencia de Dios no fuera plena, como si estuviera limitada por su propia naturaleza. El poder de Dios tiene un límite, nos recuerda Kolakowski, y no debemos, bajo el pretexto de honrarlo, anular esta limitación». El maestro Gómez Marín (José Antonio) escribe en La Apuesta de Dios (Renacimiento), una meditación cultural sobre ese arcano tan real que es el mal, que incluso el Altísimo está incapacitado para conseguir lo que es imposible. Su divina omnipotencia se circunscribe a la esfera estricta de lo posible. Algo equivalente sucede en la política indígena, donde nuestros próceres juegan a ser Dios sin caer en la cuenta de que no sólo no lo son, sino que, aunque lo fueran, esto no les garantiza lograr todos sus caprichos. «Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible», sentenció para la posteridad el torero Rafael Guerra, ese místico del tercio de matar.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
Deja una respuesta