Decía Nietzsche, antes de volverse loco, que el conocimiento mata la acción y que vivir requiere el espejismo de la ilusión. Ciertas mentiras (las piadosas) ayudan a no suicidarse, pero otras son mortales. Lo decimos porque, una vez conocidos los resultados del estudio de seroprevalencia en la Marisma, en el que se afirma que sólo un 2,7% de los indígenas tenemos anticuerpos contra el coronavirus, habrá quien piense –sobre todo en Il Quirinale, donde a algunos, como a los militares de alto rango, ya no le caben las medallas en la casaca– que el sistema de salud de la República Meridional le ha doblado el pulso al bicho, aunque con un coste de 1.344 muertos y la mayor tasa de contagio entre médicos y enfermeros. Quiá. La estadística revela justamente lo contrario: seguimos a merced de la infección. Exactamente igual que hace dos meses, cuando se nos conminó –por decreto– a encerrarnos y a aceptar una ruina que va a hacer historia.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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