En las películas de catástrofes marinas, antes de desalojar el barco, se gritaba: «¡Las mujeres y los niños, primero!». Ningún guionista pensó nunca que, con el tiempo, tendría que sumar a esta lista de náufragos preferentes a ciertos funcionarios y políticos. Esos que han decidido que, como convenía lanzar un mensaje de confianza a la población, dudosa ante una vacuna precipitada, lo mejor (sobre todo para ellos) era vacunarse a sí mismos antes que a nadie. Con un par. Parece impensable porque, a efectos épicos, que es el género con el que la literatura y el cine solían relatar estas historias -ya saben: el sacrificio de los elegidos, la inmolación desinteresada en favor de los demás- que un empleado público (de oficina) o un concejal se consideren dignos protagonistas de una epopeya no es verosímil. El cuento se viene abajo.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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