El paternalismo es una forma de dominación que se camufla bajo la protección asistencial. Consiste en extender el marco cultural de la familia, esa institución tan meridional, al ámbito de las relaciones sociales. En Sevilla es una vieja costumbre que goza de muy buena prensa -católica, por supuesto- a pesar de que implica renunciar a la autonomía individual en favor de gobernantes cuyas intenciones (verbales) rara vez se corresponden con sus hechos (ciertos). Lo pensábamos hace unos días al contemplar la marea blanca de ciudadanos que luchan por la sanidad pública, herida tanto por la silenciada política autonómica de recortes como por las toneladas de propaganda (pagada) del susanato. Tres mil personas salieron a la calle en Sevilla para librar una batalla honrada y concreta que cualquiera que haya pasado una noche en Urgencias puede entender perfectamente. Como era de esperar, hasta ahora no ha habido respuesta institucional a sus demandas. Todo es silencio. Incluido el del Ayuntamiento. Tiene una explicación sencilla: la Junta niega la mayor y desprecia estas reivindicaciones que ponen en crisis su argumentario. «Les curamos, ¿de qué se quejan?», se preguntan en el SAS.
La Noria del miércoles en elmundo.es.
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