En psicología existe un mito, formulado por Freud en una de esas tardes vienesas de consulta con diván alfombrado y Don Pedro humeantes, que se llama la muerte del padre. A través de esta metáfora se explica el proceso de maduración de todos los individuos: la sustitución del idealismo infantil por las evidencias de la realidad madura, un tránsito que implica aprender a mirar la vulgaridad con afecto o acostumbrarse a odiar a quienes quisiste. En este viaje, cuya meta última es la autonomía personal, se destrona al padre -si éste es sabio te facilita la tarea- en un acto similar al deceso de Dios de Nietzsche. Más perturbador es el fratricidio: la muerte del hermano que comienza siendo tu par y termina como tu antítesis. Alfred Adler decía que el orden de llegada de los hijos a cualquier familia no es neutral: los primogénitos son seres conservadores y autoritarios; los demás, independientes y creativos; los hijos únicos, egocéntricos y dependientes.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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