La costumbre, que es un vicio antiguo, se transforma en ritual cuando un significado trascendente pierde su sentido y pasa a convertirse en una repetición mecánica. Es justo lo que sucede al término de las jornadas electorales y en los días oficialmente patrióticos, cuando las autonomías, ese invento de la Santa Transición al que sólo se resistieron los segovianos -obligados a la fuerza a profesar la fe de la tribu-, se celebran a sí mismas; por supuesto, impidiendo el contacto con el pueblo, en cuyo nombre dicen hablar. Este febrero coinciden ambas cosas. En primer lugar, la traslación (interesada, como es natural) de los resultados del 14F en Cataluña a la Marisma, territorio pantanoso y generoso a la hora de incubar malarias. En segundo, un 28F marcado por la pandemia y el escabeche maximus, que, sin duda, insistirá en el melodrama sentimental de siempre pero con los dos ojos -insomnes- puestos en el futuro inmediato, que se va a complicar mucho para todos.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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