En el socialismo indígena, que no pasa por uno de los momentos más gloriosos de su inefable historia, existe la insólita costumbre de considerar la simpatía (educada) de la gente como un acto (rendido) de adoración y de sumisión. Ya saben: quien no está de su lado, o se atreve a criticarles por sus gloriosos hechos de armas, es directamente facha o conservador, aunque haya votado toda su vida a la izquierda (republicana). Los muchachos no entienden los matices ni conciben los grises. ¿Cómo va a entrarles en la cabeza que los electores son seres libres y pueden votar a un partido, mañana a otro u optar por abstenerse y votar en blanco? Su idea de la igualdad precisa discriminar entre quienes son simpatizantes y votantes (a los que tratan como militantes) y aquellos que no les resultan empáticos, a los que sitúan en el infierno.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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