Los detalles importan. Lo pequeño construye lo grande. Lo anecdótico configura lo simbólico. El teatro no funciona sin un buen decorado. Y el poder sin tramoya es una sinfonía muda, sin música. De todas estas certezas concluimos, tras contemplar cómo preparó el equipo de cámara del Reverendísimo Bonilla la ceremonia de su particular revolución fiscal –que es selectiva, no nos emocionemos–, que en el Quirinale de San Telmo, antiguo hogar de mareantes, antes como ahora, todavía no tienen un decorador como Dios manda. ¿Qué mejor metáfora del cambio que no es cambio, sino escabeche, que ver al presidente de la Junta sentado, con el consejero de Hacienda al fondo, firmando el decreto de la bajada (relativa) de impuestos con el mismo atrezzo del peronismo rociero, que solía disponer para las grandes ocasiones de Palacio un decorado con un olivo disecado y una mesita gran imperio de madera marrón con figuras de atlantes en pan de oro?
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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