La designación de Sevilla como sede de la Agencia Espacial Española, lograda en una carrera competitiva en la que la capital hispalense partía como principal favorita con argumentos objetivos –su histórica vinculación con el sector aeronáutico y la presencia de Aerópolis, un espacio industrial vinculado a esta actividad– ha desatado en Granada, que no ha conseguido hacerse con la Agencia de Inteligencia Artificial, que irá a la Coruña, una de esas oleadas anticentralistas que, en el fondo, son objeto de una frustración ante la que es más fácil buscar responsables ficticios –la Sevilla (Des)Leal e (In)Noble– que razones reales. Granada tiene razones de sobra para sentirse ofendida, al contrario que Málaga, esa vieja señora tan aficionada en agitar falsos agravios, pero no en relación a Sevilla, sino con respecto al Gobierno central, que es quien ha adoptado esta controvertida decisión sobre el presupuesto –oficioso– de que ubicar dos agencias estatales en la Marisma, que hace seis meses otorgó al Reverendísimo una asombrosa mayoría absoluta, iba a despertar críticas en otras muchas zonas de España y del PSOE. El Norte, por supuesto, también existe.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
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