Todas las épocas históricas necesitan escribir sus diccionarios. Cada zeitgeist inventa sus propias palabras. En la España de la última década, caracterizada por la fragmentación de las distintas marcas políticas, donde el bipartidismo convive con satélites surgidos de sus mismas entrañas, uno de los conceptos que se han convertido en tendencia es confluencia. Parece un neologismo reciente. No lo es. El lexicón de Autoridades de la Real Academia lo recoge desde 1729. Hace casi tres siglos. Lo que sí es nuevo es su uso actual. En su origen, la palabra se refería al punto del camino donde coinciden dos senderos distintos; más tarde designó el cruce geográfico entre ríos y arroyos, así como las ramas de un árbol con idéntica raíz. El sentido (político) vigente se asemeja algo más a uno de sus significados secundarios: confluyentes eran las sociedades de caballeros que en Italia se ocupaban de propagar las bondades de la doctrina cristiana. Todos los partidos políticos en Andalucía están sopesando fórmulas para crear sus confluencias –reales o imaginarias, tácitas o expresas– con vistas a las elecciones autonómicas que se celebrarán antes de finales de año.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
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