Agosto es un calendario vacío. Basta dormir para despertar en un mundo nuevo. La utopía de William Morris. Un mes inhábil en la Administración, los juzgados, los colegios y los ambulatorios (que no abren por las tardes). Tiempo de colapsos (puntuales, por supuesto) en los hospitales, donde a la falta de personal –provocada por el caos de las bolsas de empleo del SAS, donde los directivos cobran orondos sobresueldos– se suma la milonga de las 35 horas, que es la única revolución –fallida– que hasta ahora acepta el susanato. También es una fecha regalada para los parlamentarios, que cobran y descansan –no sabemos aún de qué– mientras las playas se llenan y los quebrantos sociales de siempre se pudren bajo las sucesivas olas de calor, que este año confirman el augurio de la biblia: el desierto avanza en dirección Norte. En mitad de su trayecto estamos nosotros.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
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